Es la visión de los arquitectos japoneses que desde la corporación Shimizu propone construir ciudades en el fondo marino.
Dos problemas se plantean en esta idea, la energía, que sería obtenida desde el mismo medio y la contaminación oceánica, que se conoce más que por apreciación y cálculo que por realidad.
Luego del increíble desarrollo de la ciudad más cara del mundo, Dubái, con sus formas al capricho de los inversores, una ciudad submarina no parece una idea tan descabellada.
La ciudad ya tiene su nombre, Espiral Oceánica, en los tableros de dibujo, parece un enorme espermatozoide dirigiéndose hacia el exterior. La cola, se va enterrando en el mar, mediante cápsulas, con las que se puede descender.
El problema que plantea la idea, tiene muchas aristas, mientras la energía y el alimento parece que puede ser provisto por el mar, también hay movimientos marítimos, corrosión, temperatura, basura, contaminación, y quién sabe, el oxígeno sea difícil de hacer circular hacia las profundidades.
Mientras algunos buscan la solución a la cantidad de personas que crece, junto con todos los problemas sociales, en el espacio, otros miran hacia el mar.
Esta corporación Japonesa se caracteriza además por proponer proyectos arriesgados, como edificar en la luna, hoteles espaciales, suspendidos en las órbitas o flora flotante, desarrollo de la botánica en el espacio.
Quién sabe, las discusiones de urbanismo del futuro no sea la sustentabilidad, el espacio en las ciudades o las ciudades mismas, sino en el mar, que es más vasto que la tierra.
Habrá que ver quién está inventando las hijuelas de las propiedades en mar abierto.